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Disciplina Positiva

Respetuo mutuo

Es un modelo educativo para entender el comportamiento de los niños y la forma de abordar su actitud para guiarles en su camino siempre de forma positiva, afectiva, pero firme a respetuosa tanto para el niño como para el adulto.

Se basa en la comunicación, el amor, el entendimiento y la empatía para disfrutar de las relaciones familiares y da herramientas a los padres para entender el comportamiento de sus hijos (incluso cuando no es adecuado) y reconducirlo con respeto, sin luchas de poder y siempre positiva.

Es un enfoque que no incluye ni el control excesivo ni la permisividad. Se basa en el respeto mutuo y la colaboración, todo con la intención de enseñar al niño competencias básicas para la vida.

“Educar con firmeza, pero con cariño y empatía”

Comprendiendo la educación democrática.-

Esta educación democrática está basada en la aplicación del principio fundamental de la amabilidad y la firmeza al mismo tiempo. Amabilidad como respeto hacia el niño, firmeza como respeto hacia mí mismo como adulto y hacia la situación. Con ambas cosas en equilibrio podemos llevar a cabo una educación que sea respetuosa para todos, y enseñe lo más importante a los niños, habilidades de vida.
De esta forma creamos un entorno respetuoso en el que podemos enseñar, y en el que los niños pueden aprender, liberados de sentimientos negativos como vergüenza, culpa, dolor o humillación, y por ello, sentir, a través de la conexión, que la pertenencia, la significancia, y la contribución, es posible. Así contribuimos a que el niño explore por sí mismo las posibles consecuencias de sus actos, empoderándole para crear niños y niñas capaces.

Los objetivos de la disciplina positiva.-
La disciplina positiva pone el foco en el largo plazo, entendiendo que la conducta del niño, lo que observamos (llorar, tener una rabieta,…) es sólo la punta del iceberg, pero que debajo de ella, existen sentimientos, necesidades y creencias más profundas que se van forjando en el niño en función a las decisiones que van tomando.

Si abandonamos la urgencia de corregir inmediatamente el mal comportamiento, podemos pasar a validar los sentimientos del niño, y conectar antes de corregir, intentando comprender la interpretación que los niños hacen sobre sí mismos y sobre el mundo, y qué están sintiendo, pensando y decidiendo en cada momento para sobrevivir y prosperar en el mundo. ¡Un paso más para aproximarnos y empatizar con ellos!

La disciplina positiva se basa, pues, en una educación que no utiliza los premios, pero sí motiva y alienta. Una educación que no castiga, pero sí se enfoca en soluciones. Una educación en la que los límites son tan necesarios para guiar a los niños como el amor y el respeto.

Y es que eso es lo que hacemos sentir a un niño cuando utilizamos el castigo, que podemos resumir en 4 Rs: resentimiento, deseos de revancha, rebeldía, y retraimiento (sentimientos de inferioridad y baja autoestima).

En definitiva, una educación que modela habilidades, que enseña el coraje de ser imperfectos acompañando a través de la confianza, que tiene en cuenta las necesidades de los niños y respeta la naturaleza infantil, que alienta al niño para que poco a poco aprenda habilidades de autorregulación y se convierta en un adulto con competencias, capaz, y automotivado.

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